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Que guapa está dormidita, que guapa. Así sí que es mi angelito.

Despierta es un terremoto, pero dormida, en su cunita o en mis brazos, es puro amor, pura ternura. Ahora puedo hacer, ahora que se ha dormido. O quedarme aquí, sintiendo en mi pecho el calor de mi angelito. Dormida si es un angelito, despierta… es otra cosa.

La pereza es un angelote tierno y con cara de buenísimo, que dice «dormir está bien, es tan rico, y estoy tan cansada, así luego estaré super, me sentará tan bien».

Y estos angelitos dormidos están alojados en mi espalda, tras los omóplatos.

Tengo angelitos dormidos escondidos detrás de los omóplatos. Los agito y les digo ¡despierte!. Y bostezan, y se mueven y por un momento se convierten en mis propias alas.