Tras estos años de bioenergética mi cuerpo ha alcanzado un lugar de coherencia que ni llegué a imaginar. Así como soy consciente que mi escritura está en la adolescencia, allí donde la dejé y ahora retomo, con mi cuerpo estoy en un punto de comunicación tan exquisita, un entendimiento y una escucha tan abierta, que el flujo de información se mueve libre, dejando claro allí donde se bloquea. Porque no hablo de perfección, todo lo contrario.
La observación de aquellos lugares de tensión acumulada y aquellos otros por donde el flujo al pasar se distorsiona es también claro.
Pequeños micro movimientos comienzan en el pie y terminan en la mandíbula, así que con la respiración los ayudo a salir por la coronilla. Allí donde la energía se concentra aparece mi gran amiga la respiración para favorecer el movimiento completo.
Y hace unas semanas se ha despertado una nueva revelación:
En el 2014, tras un taller de tantra, el único que he hecho, todo el cuerpo se me contracturó, de la cabeza a los pies. La parte superior parece que se liberó con diversos «ataques» de «histeria», «ira», «cólera» y por momentos de lo que siento fue rozar la esquizofrenia. Pero las piernas hasta la cintura se me quedaron contracturadas con dolores casi continuos durante dos años más. Solo me acompañé de la bionergética con Adriana y de mis propios trabajos energético con el Reiki o con rituales de poder.
Después de estos dos años el dolor dejó de ser constante para pasar a ser puntual y acabar apareciendo casi solamente en el momento de despertarme, cuando mi cuerpo volvía al movimiento tras el sueño.
Pues es aquí, en estos primeros instantes de conciencia que la gran conexión con mi cuerpo me ha ido dejando los más grandes regalos. Movimientos, sensaciones, intuiciones…
Y en estas últimas semanas un nuevo descubrimiento. Hay una sensación, con un micro-movimiento, antes de que se lea como dolor, que es otra cosa. Es otra cosa. Es… Es… Es… ¡Es placer!
Y me pongo a descubrir esta sensación en todos esos puntos en que normalmente la acumulación de tensión genera dolor. Y en algunos aun no puedo acceder a este primer movimiento original, pero en los que si puedo, ocurre lo mismo, una mini descarga de placer que fluye de ese punto a otro y a otro hasta que se para en alguno bloqueado o consigue un movimiento que siento como completo.
¿Pudiera ser que cada punto de dolor del cuerpo esconde en su centro un placer? ¿Es un reflejo más de como convertimos el gozo en una energía dolorosa por inconsciencia, negación del placer o bloqueos energéticos?
El comienzo de estas percepciones me comenzaron a la vez que estaba cayendo en el fondo oscuro de la tristeza como hablaba en la anterior entrada y que concluyó en un miedo y un dolor enorme relacionados con el placer y con la no maternidad. La ausencia de los supusados orgasmos que creo recordar haber tenido antes de comenzar este proceso de dolor y el pensamiento de volver a tener estos orgasmos me hacen caer en una espiral de dolor emocional, y al mismo tiempo, una vivencia con el placer más original, el placer de los micro movimientos que pueden surgir de cualquier parte de mi cuerpo como una pequeña corriente, me devuelven el contacto con el gozo, que en este caso no es mental o creado por que creo que debería ser, sino que viene de la fuente primordial: la coherencia, la respiración y el movimiento. Vienen de aquí sin más ingredientes. Puros y sutiles. Efímeros y eternos.
Hoy me volvió a salir la runa blanca, y al sacar una segunda aparece «Herencia». Recibo esta herencia que trae la bioenergética, la de conectar con el pacer puro de la vida a través del movimiento y la respiración consciente, y voy dejando ir otras herencias corporales que bloquean este placer. Así es, aquí y ahora.
Mima Díaz
Oasis; agua-fuego