No soporto los mirones en la playa. Me gustan las playas nudistas, me gusta ese sentir libre del cuerpo desnudo en contacto con el mar y la arena. Pero no soporto a los mirones, y por eso apenas disfruto de este me gusta que me conecta con la vida, la libertad y el encuentro con la naturaleza desde mi más plena naturaleza.
Ayer (18 de julio) un mirón, un hombre mayor estuvo más de una hora mirando a todas las chicas de la playa, sin dejar de hacerlo ni un segundo. Cuando decido tumbar mi sombrilla y ponerla entre su mirada y yo, no pasó ni diez minutos, y ya había otro mirón que, de pie desde el agua y con mucho más descaro aun, estuvo más de 20 minutos sin dejar de mirar hacia nosotras. Y ya no pude más, una rabia intensa y vieja me salió, para gritar «me cago en todos tus muertos» y otras cosas similares. Levantarme, vestirme y retirarme de esa playa nudista.
Pero esta vez la vivencia no quedó solo en esto. Esta vez abrió heridas hacia los hombres. Y quizás otras veces también las había abierto y no había sido consciente del detonante.
(… Mi tribu me dijo hace poco; «tienes una parte de tu energía, de tu espiritualidad, hacia dentro, cerrada, rígida… como una monja… Y ya sabía que esto traería un ciclo de vivencias para comprender en lo profundo y traspasar este nuevo mensaje de los oráculos…)
Después de este paréntesis de mi mente vagabunda, volvamos a la historia de hoy. Tras la experiencia de la playa, volvió mi rabia hacia los hombres. A una amiga en una conversación le contesto nerviosa y alterada sobre un nuevo amigo yogui que tenía, y le hablaba de una novia con la que no esta bien… «¡Ya estamos otra vez!, estoy harta de este tipo de hombres inmaduros utilizando estas historias para…» Esta y otras cosas del estilo salían por mi boca. Esto puede ser cierto, o solo mi rabia saliendo de nuevo… Para mi lo importante es que son señales de que algo está emergiendo de nuevo de mi interior.
Y salió… y vino recordar mi infancia, y vino el dolor de mi niña porque no tuvo una adulta que la acompañara en sus traumas, inexperiencias y primeros encuentros con lo masculino. Y vino la intuición, y luego la certeza… A parte del abusador, tocón asqueroso de mis apenas cinco años, hubieron otros personajes. Habían mirones. En mi familia y cercanos habían mirones, que miraron ese cuerpo frágil de niña sensitiva con sus ojos faltos de amor y respeto. Puedo casi recordarlos ahora, puedo ver sus ojos y leer sus pensamientos…
Y puedo entender como se fue creando la monja en mi. Hoy puedo ver la construcción de una estructura… Hoy comienza el principio de un final.
Hoy elijo soltar este pasado, estos condicionamientos, y construir una nueva Mima más libre, una mujer que no permite los abusos y la falta de respeto, una persona que conoce la realidad del mundo y eso no es frontera para disfrutar de su esencia y su cuerpo entre el mar y la arena.
Mima Díaz
Oasis; agua-fuego
Mima, hermana de corazón, que bien relatado y cuanto amor en esas palabras tuyas… ❤