Seleccionar página

Esta semana los oráculos me han dicho «no sufras, no luches, no hay bloqueos». Sencillamente este es el proceso que se vive al escribir, al mostrarse a través de la escritura. Cada vez que se hace el viaje, se hace completo. Una luz nos ilumina y comenzamos el descenso a lo profundo del lago. Allí entre sombras, miedos, deseos, dudas, está la semilla. Esa semilla que cogemos con nuestras manos y le decimos bajito pero con toda la fuerza del universo «recuerda quien eres» y le mostramos el punto de luz que traemos para ella.

Y ocurre el milagro.

Y esa semillita comienza a brotar y a enraizar. Enraizar y subir. Y cada semilla es una parte que recuperamos del todo. Con cada semilla que rescatamos de ese fondo oscuro, nos convertimos un poco más en la humana que somos.

Este ha sido mi viaje de febrero, marzo y lo que llevamos de abril. Un viaje a soltar un vicio escondido de necesidad, un viaje a recuperar una pasión. A recordar que es algo que disfruto, que me gusta. Escribir. me gusta hacer estos viajes y ahora he recuperado una forma vital para que mis semillas se expresen. Escribir.

Algún día compartiré alguno de los poemas de los que escribí con ocho años. Los pocos que me quedan después de haber quemado todos mis escritos tras mi adolescencia. Y ahora, veinte años después, recupero esta pasión.

Gracias a este viaje. Gracias a todas las que me han acompañado y a las que siguen acompañándome. Caminemos.

Mima Díaz.

Oasis; agua-fuego